Amaia Montero vuelve a La Oreja de Van Gogh: el regreso que revivirá una era dorada

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Amaia Montero vuelve a La Oreja de Van Gogh y regresa la voz que marcó una era del pop español.

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Cuando la música se convierte en memoria, el regreso de una voz puede significar más que un simple reencuentro: es una promesa de revivir lo que creíamos que había quedado atrás. Ese es el contexto que envuelve el retorno de Amaia Montero al escenario de La Oreja de Van Gogh, un suceso que no solo moviliza años de canciones y recuerdos, sino que también desafía el paso del tiempo y la lógica de las trayectorias musicales. Acercarse a este regreso es adentrarse en una historia de nostalgia, de evolución y de expectativas que confluyen en un momento único.

La banda donostiarra, que construyó su identidad desde finales de los noventa con Amaia al frente, atravesó una etapa sin ella desde el año 2007. En esa etapa, la formación continuó, generó música y conquistó públicos, pero con un sentimiento latente de que algo faltaba: esa voz era la de Amaia. Ahora, tras casi dos décadas –18 años, según la crónica– la noticia de su regreso retumba en el mundo del pop español.

¿Qué significa esto para el grupo? En primer lugar, significa cerrar un círculo. Amaia regresa al grupo que la lanzó, al que ayudó a escribir canciones como “Rosas”, “La playa” o “Puedes contar conmigo”. Su voz se vuelve a posicionar donde nació, y con ello, se restablece una conexión que muchos pensaron perdida. Esta vuelta es un acto de coherencia: la voz original vuelve al sitio original, y con ello trae consigo la carga emocional y estética de esos primeros tiempos.

Para los fans, el regreso de Amaia Montero a La Oreja de Van Gogh despierta un torrente de emociones encontradas. Por un lado, está el entusiasmo de quienes vivieron la era dorada del grupo y desean volver a sentir ese latido musical, cantar esas letras que marcaron momentos de su vida. Pero también existe incertidumbre: ¿podrán recuperar la chispa de entonces? ¿Será el mismo grupo, la misma magia? Esa mezcla de deseo y duda es lo que hace que este regreso cubra tanto lo musical como lo psicológico. Hacer que vuelvan las sensaciones antiguas sin caer en la trampa del pasado es el gran reto.

Académicamente hablando, podríamos decir que el retorno de Amaia demanda una frescura que no sacrifique la autenticidad. No se trata solo de revivir éxitos, sino de reinterpretarlos desde la madurez. Esa voz que un día cantó con la ligereza de los veintitantos años ahora regresa con la experiencia de quien ha recorrido otras sendas: discos en solitario, colaboraciones, altibajos personales. Por tanto, su regresó a La Oreja de Van Gogh es también símbolo de transformación, de cómo la banda y la artista han crecido y ahora pueden entregar algo que sea tanto nuevo como conocido.

Este retorno también llega en un momento estratégico: el grupo anuncia una gira de reencuentro bajo el nombre “Tantas Cosas Que Contar Tour 2026”, que recorrerá España y que ve en Amaia como epicentro de esta etapa. La demanda ha sido tal que ya se han anunciado múltiples fechas y un “sold-out” inminente en varios recintos. La expectación es real porque la unión de Amaia Montero y La Oreja de Van Gogh representa un proyecto con historia, con públicos distintos (los que crecieron en los 2000 y los más jóvenes que han descubierto su música) y con una oportunidad de conectar generaciones.

Desde la óptica de la banda, el regreso no está exento de complejidades. En paralelo al anuncio se comunicó que el guitarrista fundador Pablo Benegas no acompañará en esta nueva etapa, aunque formalmente sigue vinculado al grupo. Esa dualidad –voz clásica que vuelve y miembro fundador que retira su presencia escénica– añade capas de significado: renacimiento, cambio, continuidad. En cierto modo, es como un faro que ilumina que La Oreja de Van Gogh evoluciona sin perder sus raíces.

Ahora bien, ¿qué puede aportar este regreso a la música española? En un panorama donde la efervescencia musical está marcada por lo nuevo, lo emergente y lo digital, la vuelta de una banda con voz original parece incluso una contradicción. Pero esa contradicción es precisamente su valor: rescatar la tradición, el pop melódico, la conexión emocional directa, en un instante marcado por la inmediatez y lo efímero. El regreso de Amaia Montero a La Oreja de Van Gogh introduce un recordatorio: que una canción puede pertenecer a un momento de nuestra vida, y que volver a esa canción puede reactivar ese momento.

Además, la artista misma ha declarado que está feliz por el reencuentro, aunque reconoció que tardó en decidirse porque quería asegurarse de que era el paso adecuado, tanto para ella como para la banda.

Esa pausa, esa reflexión, añade humanidad al acto musical: no es solo un contrato firmado, sino una decisión íntima, meditada, con conciencia del valor que tiene el regreso para quienes amaron la banda y para quienes siguen su música.

Desde el punto de vista del oyente, es probable que este regreso provoque algo más que expectativa; puede provocar catarsis. Volver a cantar esas canciones con Amaia Montero y La Oreja de Van Gogh puede generar un efecto nostálgico, pero también de renovación: reconocer que el tiempo pasó, que hemos cambiado, y que la música puede acompañar esos cambios permitiéndonos viajar al pasado sin quedarnos en él.

En definitiva, este regreso es un evento que trasciende el ámbito musical. Es un símbolo de que el pasado no está muerto, de que la música que nos formó puede volver a formar parte de nuestro presente y de que la voz que quedaba en standby ha regresado para recordarnos que algunas cosas no se rompen, simplemente se reinventan. Amaia Montero vuelve a La Oreja de Van Gogh, y con ello vuelve una parte de nosotros.


Fuentes:
EuroPA FM, 20 Minutos, El País, Telecinco

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