La RAE explica por qué “subir para arriba” y “bajar para abajo” son expresiones válidas en el español hablado.
Vivimos rodeados de expresiones que chocan con nuestra “idea” de lo correcto. Frases como “subir para arriba” o “bajar para abajo” han sido tradicionalmente señaladas como errores por muchos. Sin embargo, la RAE aclara que, aunque suenen redundantes, estas construcciones tienen pleno derecho en el uso oral del español. Esta aceptación nos abre una ventana: entender por qué una forma intuitiva —aunque repetitiva— se convierte en válida y cómo esto revela lo vivo que es el idioma.
Cuando decimos “subir para arriba”, lo estamos haciendo porque sentimos que con “subir” ya basta. Pero al añadir “para arriba”, enfatizamos un traslado, un destino, una urgencia. Y la RAE señala que ese adverbio de lugar no es necesariamente innecesario: “A pesar de que construcciones como subir arriba, bajar abajo … pueden resultar redundantes, la información que aportan los adverbios suele ser necesaria, por lo que en el contexto adecuado se pueden considerar construcciones válidas.”
Ese segundo término —“arriba” o “abajo”— funciona como un complemento que fija el lugar o destino, no simplemente como repetición. Por ejemplo: “Cuando subas arriba, llévate la almohada.” Aquí “arriba” aporta que el interlocutor ya sabe cuál es el “arriba” que se menciona, o cuál es la planta más alta, o el lugar de reunión habitual. Esa precisión, lejos de ser torpe, puede cumplir una función expresiva poderosa.
Pero esto no significa que todas las redundancias estén permitidas. Lo que la RAE distingue es que cuando la construcción es realmente sin sustancia —como “subir para arriba para arriba” o combinaciones confusas— pierde vigencia. En cambio, “bajar para abajo” es admitida. En su consulta “¿Es correcto el uso de ‘bajar abajo’?” la RAE responde: “Sí, se considera válido. A pesar de que construcciones como bajar abajo … pueden resultar redundantes, la información que aportan los adverbios suele ser necesaria, por lo que en el contexto adecuado se pueden considerar construcciones válidas.”
¿Por qué tanta resistencia popular a estas frases? En parte porque la escuela nos enseñó que “subir” ya incluye “ir arriba”, así que añadir “arriba” era “incorrecto”. Pero la norma de uso cambia cuando entendemos que el idioma no solo comunica hechos, sino actitud. Y decir “subir para arriba” puede extraer del hablante una emoción, una urgencia, un contraste que “subir” solo no aporta. Desde esa óptica, no estamos ante un error, sino ante una estrategia expresiva.
Los lingüistas lo llaman pleonasmo cuando la repetición de elementos aporta énfasis. Y la RAE señala que “la redundancia expresiva es un fenómeno normal en la lengua”. En otras palabras: lo que para algunos era una torpeza, para otros es una licencia estilística que refuerza la comunicación.
En contextos formales y escritos, muchos siguen prefiriendo evitar estas construcciones por economía del lenguaje. La Nueva gramática de la lengua española comenta que expresiones como “salir afuera” o “subir arriba” pueden considerarse redundantes, especialmente cuando se refiere a la dirección implícita. Pero recalca también que cuando el adverbio funciona como complemento de lugar —como “arriba” entendido por los interlocutores—, la construcción puede ser adecuada.
Para los hablantes, esto representa una liberación. Porque muchas veces evitamos decir lo que queremos por miedo al juicio lingüístico. Admitir que “subir para arriba” tiene cabida abre la puerta a que la lengua viva como se usa, no solo como se dicta. Y esa aceptación puede cambiar la manera en que nos relacionamos con las palabras, con nuestra identidad lingüística.
Ahora bien: ¿cómo aplicamos esto en el día a día? Primero, comprendiendo que en conversaciones informales, el uso de “subir para arriba” o “bajar para abajo” no es un error. Es una opción expresiva. Segundo, en textos académicos, formales o técnicos, puede ser recomendable optar por “subir” o “bajar” solos para evitar redundancia. Tercero, reconocer que la lengua no es un mecanismo riguroso que solo admite lo mínimo: también permite lo enfático, lo gestual, lo humano.
Para nuestra audiencia en la radio —que vive entre cinta transportadora, micrófono y mensajes rápidos— esto trae un mensaje doble: la habla cotidiana tiene su valor, y la forma en que decimos las cosas importa. La claridad es esencial, pero también lo es la emoción. Y cuando decimos “Voy a subir para arriba”, estamos agregando un matiz que no se capta con un simple “Voy a subir”.
Finalmente, esta reflexión sobre el uso de expresiones como “subir para arriba” y “bajar para abajo” se conecta con una enseñanza más amplia: el idioma es de los hablantes, que lo usan, lo moldean y le dan vida. La RAE no nos dice “no puedes decir eso”, sino que reconoce: “Sí, lo haces, y lo haces con sentido”. Y esa aceptación transforma la relación que tenemos con lo que decimos, con lo que escuchamos y con lo que pensamos.
Fuentes:
Real Academia Española, Milenio, Infobae
 
				 
													
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